Respuesta Bíblica

Si Dios nos llama, ¿por qué tenemos que aceptar a Jesús?

Efesios 1:5 dice que Dios nos predestinó para sí mismo delante del mundo. Si es cierto que ya hemos sido elegidos, entonces ¿para qué sirve un "llamado al altar", donde la gente se acerca para "aceptar" a Cristo?

La Biblia enseña que la fe salvadora es producto de la obra de Dios en el corazón del pecador. El Señor por Su Espíritu trae fe al corazón de una persona según Su misericordia, como dice Pablo:

ROM. 9:15 Porque dice a Moisés: Tendré misericordia del que tengo misericordia, y tendré compasión del que tengo compasión.
ROM. 9:16 De modo que no depende del hombre que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.
ROM. 9:17 Porque la Escritura dice a Faraón: Precisamente para esto te levanté, para manifestar mi poder en ti, y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra.
ROM. 9:18 De modo que de quien quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece endurece.

Sin embargo, Jesús llama a los pecadores al arrepentimiento:

Marcos 1:14 Después que Juan fue detenido, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio de Dios,
Marcos 1:15 y diciendo: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios está cerca; arrepiéntanse y crean en el evangelio”.

Y los apóstoles se hicieron eco de este llamado en su ministerio personal de evangelización. Como dijo Pablo:

Hechos 17:30 “Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de la ignorancia, ahora Dios declara a los hombres que todos, en todo lugar, se arrepientan,
Hechos 17:31 porque ha fijado un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por medio de un Varón a quien ha designado, habiendo dado prueba a todos los hombres al levantarlo de entre los muertos.

Dios obra a través del llamado del Evangelio para llevar a hombres y mujeres a confesar Su nombre, pero el impulso mismo para esa confesión es el Espíritu de Dios obrando en el corazón. Por lo tanto, el llamado de Dios al arrepentimiento brinda la oportunidad de que el don de la fe de Dios se revele en el corazón de un pecador y el nombre de Dios sea glorificado por Su gracia.